martes, 27 de julio de 2010

Habitaciones, ventanas, neuronas y espejos

Leyendo el título de este artículo podría venir a la memoria aquella frase hecha que decía: ¡qué tendrá que ver la velocidad con el tocino! Pues bien, si sigue leyendo encontrará la relación entre estos sustantivos aparentemente inconexos.

La ventana de Johari

Joseph Luft y Harry Ingham hicieron un juego de palabras con las iniciales de sus nombres para denominar una herramienta que inventaron, muy útil para revisar el proceso de la comunicación humana. La ventana se divide en cuatro cuadrantes que muestran la interacción entre dos emisores: los demás y yo. Se entrecruzan ópticas diferentes, por un lado, la exposición (cuánto se muestra a los demás) y, por otro, la retroalimentación (cuánto se acepta de los demás).

El espacio interpersonal resultante se divide en cuatro áreas: Abierta, lo conocido por mí y por los demás. Oculta, lo que conozco pero que ignoran los demás. Ciega, lo que conocen los demás y yo no. Desconocida, todo lo que desconozco de mí, de lo que los demás tampoco tienen constancia. Esta última área es la que me interesa tratar aquí, que incluye lo que conforma el inconsciente: vivencias, instintos, motivaciones inconscientes, acontecimientos de nuestra infancia, potencialidades y recursos por descubrir.

Pero, ¿cómo acceder a lo que no conozco y no conocen tampoco los demás? Buena pregunta, que seguro que también se hizo Freud junto al diván de su despacho en Viena. En palabras del psiquiatra y experto en PNL Allan Santos, el inconsciente es como una habitación a oscuras, en la que el consciente actúa como si fuera una linterna, alumbrando zonas aquí y allá, pero su mayor parte nos es desconocida.

Las neuronas espejo

En 1996 el equipo de Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia), estaba estudiando el cerebro de monos cuando descubrió un curioso grupo de neuronas. Las células cerebrales no sólo se encendían cuando el animal ejecutaba ciertos movimientos sino que, contemplando a otros hacerlo, también se activaban. Se les llamó neuronas espejo o especulares. En un principio se pensó que simplemente se trataba de un sistema de imitación. Sin embargo, los múltiples trabajos que se han hecho desde su descubrimiento indican que el sistema de espejo permite hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás.

El sistema de espejo te pone en el lugar del otro. La base de nuestro comportamiento social es que exista la capacidad de tener empatía e imaginar lo que el otro está pensando y sintiendo. Además, esa información almacenada en nuestro inconsciente nos puede servir para aumentar nuestro autoconocimiento.

El comportamiento humano consiste a menudo en respuestas programadas automáticamente. Experiencias vividas anteriormente han quedado grabadas inconscientemente, disparando una misma respuesta en situaciones parecidas. Estas respuestas pueden condicionarse o reprogramarse mediante técnicas de Programación Neurolingüística, que nos brindan la oportunidad de explorar esa oscura habitación sin ventanas, repleta de neuronas espejo, que es nuestro inconsciente.

Jose Enrique León Santos
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