Los héroes también tienen
miedo al fracaso
Parecen invencibles, pero su
coraza oculta personas de carne y hueso. Aquellos profesionales que son
incapaces de asumir los errores como un desafío y claudican ante la adversidad
pierden su heroísmo. Sólo los auténticos convierten el infortunio en
oportunidad.
Dicen de los héroes que se forjan a
fuego lento. No entienden la vida sin el riesgo, son los protagonistas de su
propia historia y, mientras la vida les sonríe, el heroísmo les protege de tal
manera que olvidan su humanidad, la que muestran cuando pierden su coraza.
Peter Parker, un joven con prejuicios, miedos, fracasos y muy humano, es
también Spiderman. Lo mismo sucede con Batman, alter ego de Bruce Wayne,
empresario millonario y filántropo que, a diferencia del resto de los
personajes de la factoría Marvel, no posee superpoderes, pero utiliza su
intelecto para vengar la muerte de su padres cuando era un niño. Ambos tienen
su cara y su cruz. Invencibles con sus llamativas armaduras, pueden llegar a
llorar como críos y mostrar su fragilidad.
De carne y hueso
Lo mismo sucede con los héroes que viven entre nosotros. La mayoría de ellos, bajo un aspecto humano impecable e implacable cuando se trata de acometer sus obligaciones profesionales, esconde otra cara repleta de dudas que, ante el primer fracaso, puede salir a la luz. Nuria Sáez, socia directora de la Escuela InCrescendo y coach senior, asegura que “la vida del héroe puede ser maravillosa para los ojos de los demás. Pero también pasa por momentos en los que la duda y el miedo están presentes, en que la superación personal es el único camino para la gloria y donde el miedo está muy presente en su día a día”.
Lo mismo sucede con los héroes que viven entre nosotros. La mayoría de ellos, bajo un aspecto humano impecable e implacable cuando se trata de acometer sus obligaciones profesionales, esconde otra cara repleta de dudas que, ante el primer fracaso, puede salir a la luz. Nuria Sáez, socia directora de la Escuela InCrescendo y coach senior, asegura que “la vida del héroe puede ser maravillosa para los ojos de los demás. Pero también pasa por momentos en los que la duda y el miedo están presentes, en que la superación personal es el único camino para la gloria y donde el miedo está muy presente en su día a día”.
Y parte de la culpa de esta situación la
tienen los demás. Sáez añade que “muchas personas no ven al héroe. Sólo
contemplan sus heroicidades exigiéndoles más y más actos heroicos, olvidándose
de su condición humana”. Pero es precisamente esa humanidad la que, en opinión
de Nekane Rodríguez, directora de Lee Hecht Harrison Grupo Adecco, les hace
diferentes: “Son como todos nosotros pero, en un
momento dado de su vida, tienen la capacidad de hacer algo único y por eso son
admirados”. Apunta que el mayor riesgo está en su orgullo, “en creerse mejor
que los demás”.
Paco Muro, presidente de Otto Walter,
establece una tipología de estos personajes tocados por la varita del éxito.
Los populares y los discretos. Los primeros son reconocidos por todos. “Los
hacemos los demás, porque la personas necesitamos inspirarnos en alguien. Saber
que alguien ha logrado lo imposible nos hace creer en nosotros mismos”. Los discretos no son famosos, pero son los que de verdad logran que las
cosas ocurran cada día: “Es a quien se echa de menos cuando no están, porque
es entonces cuando descubrimos lo importantes que eran”.
Sin embargo, lo que realmente hace a un
héroe es la adversidad. Para Ignacio García de Leániz, profesor de recursos
humanos de la Universidad de Alcalá de Henares, estos dioses deben dejar
hacerse por la hostilidad. “Ante el gran desafío se crecen, dando lo mejor de
ellos mismos, y para conseguirlo sacrifican su tiempo, su compromiso, su vida
privada... Todo lo entregan al reto profesional que se le presenta”. Pone como
ejemplo a todas aquellas personas anónimas que en la Primera Guerra Mundial se
revelaron en el frente como excepcionales soldados: “Gente corriente sin nada
extraordinario. La adversidad máxima del campo de
batalla estimulaba un fondo de heroísmo que ellos mismos desconocían. Eran
héroes sorprendidos de su heroísmo”.
A algunos directivos, los buenos, no les
ha quedado más remedio que hacerse fuerte, como esos soldados. En su caso han
tenido que tomarse los fracasos como resultados porque, como dice Sáez, “pueden
aportar mucha sabiduría al héroe. Aprender a asumirlo sin atormentarse por no
alcanzar lo deseado y quedarse sólo con el amargo sabor de la derrota. El líder
debe asumir los resultados poco exuberantes con humildad, con aceptación y con
ganas de seguir aprendiendo”. Muro explica que “es ahí cuando surgen los
verdaderos héroes, en las grandes dificultades. Es en ese momento cuando los
demás los necesitamos para que nos saquen del atolladero, que nos sirvan de
ejemplo y nos devuelvan la fe para salir adelante”.
Y ante los fracasos, los miedos no
sirven en este tipo de superpersonas. García de Leániz advierte que “sólo
admitiendo sus errores en tal o cual empresa, proyecto u objetivo, se podrá
valorar más lo que de esforzado y meritorio tuvieron sus triunfos anteriores”.
Este profesor recuerda la figura de José Guardiola, entrenador del FC Barcelona
quien recientemente anunció que abandona el equipo: “Sólo comprendemos la
grandeza de sus ligas consecutivas ganadas cuando comprobamos que es muy fácil
no ganar una liga, como en este año”.
Los tóxicos
Pero, como se suele decir, no es oro todo lo que reluce. Y hay héroes para todos los gustos y... los hay que contaminan, que con su modo de hacer intoxican todo lo que les rodea, convirtiendo su falso heroísmo en una lacra que les acompaña de por vida. Muro los denomina héroes de pacotilla: “Son los líderes de la queja y la descalificación hacia los que deciden o hacen, pero jamás los verás generando alternativas realistas, y mucho menos sudando con el pico y la pala”. García de Leániz los llama sucedáneos, porque buscan la heroicidad como ejercicio de exaltación, “el héroe que juega a serlo no dejará su esfuerzo en aquello que no redunde en su mero beneficio y promoción. Busca el aplauso, que en sí no es algo muy heróico”.
Pero, como se suele decir, no es oro todo lo que reluce. Y hay héroes para todos los gustos y... los hay que contaminan, que con su modo de hacer intoxican todo lo que les rodea, convirtiendo su falso heroísmo en una lacra que les acompaña de por vida. Muro los denomina héroes de pacotilla: “Son los líderes de la queja y la descalificación hacia los que deciden o hacen, pero jamás los verás generando alternativas realistas, y mucho menos sudando con el pico y la pala”. García de Leániz los llama sucedáneos, porque buscan la heroicidad como ejercicio de exaltación, “el héroe que juega a serlo no dejará su esfuerzo en aquello que no redunde en su mero beneficio y promoción. Busca el aplauso, que en sí no es algo muy heróico”.
Seguro que se ha topado con alguno de
ellos en alguna ocasión. Sáez cree que “son salvadores, y cuando se erigen como
tales colocan a los demás en una categoría inferior. Están tan cegados por
conseguir el poder y el éxito que se olvidan de los cómos. Para ellos el fin
justifica los medios”. Desenmascararlos no es sencillo. Muro propone hacerles
responsables de gestionar eso de lo que tanto se quejan: “Darían la espantada
por respuesta y quedaría en evidencia su absoluta incompetencia y, sus
desastrosos resultados provocarían que pagaran justos por pecadores”.
Nuria Sáez Lahoz
Socia fundadora Escuela InCrescendo
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